domingo, 4 de abril de 2010

Tardas olas

tardas olas


Hemos puesto,

tantas veces, a ventilar

nuestros baldados corazones

en la azotea, que,

fatalmente centrifugados,

no nos resta más redención

que volverlos a remojar

-¿por penúltima vez?-,

mas no con el llanto estéril

de otros tiempos,

sino con regatos

de espuma y de salitre

de las olas más tardas

-fatídicamente remolonas-

que remontan el rio

de nuestras vidas.



Yo te llevo la ventaja

de la duda y de los años,

de cierto hartazgo

de cargar siempre a solas

con el lastre de mi vida;

destierra las tinieblas

de la tuya,

aférrate sin recelos

al timón de este bajel,

cambiemos los papeles

y no descuidemos el riego

del artificial vergel,

vayamos a ahogarnos

-antes de hora-,

en el yermo páramo final,

acrisolado por mareas

de fuego, cristales

y guijarros afilados.



Pedro Gollonet, 3 de abril de 2010

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