tardas olas
Hemos puesto,
tantas veces, a ventilar
nuestros baldados corazones
en la azotea, que,
fatalmente centrifugados,
no nos resta más redención
que volverlos a remojar
-¿por penúltima vez?-,
mas no con el llanto estéril
de otros tiempos,
sino con regatos
de espuma y de salitre
de las olas más tardas
-fatídicamente remolonas-
que remontan el rio
de nuestras vidas.
Yo te llevo la ventaja
de la duda y de los años,
de cierto hartazgo
de cargar siempre a solas
con el lastre de mi vida;
destierra las tinieblas
de la tuya,
aférrate sin recelos
al timón de este bajel,
cambiemos los papeles
y no descuidemos el riego
del artificial vergel,
vayamos a ahogarnos
-antes de hora-,
en el yermo páramo final,
acrisolado por mareas
de fuego, cristales
y guijarros afilados.
Pedro Gollonet, 3 de abril de 2010
La muerte de los inocentes
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