lunes, 5 de abril de 2010

por esperar, que no quede. Pedro Gollonet

Espero, por esperar,
que la memoria no perdure
tras la funesta certeza,
de cuyo color soy profano,
-como de todo y sin casi,
ya que las partes de que sé
de ignorancia están infectas-.

Prefiero pensar que el tiempo
será fonema exiliado
-no prohibido, que esa voz confío
sea cadáver súbito al instante-
que el lastre pretérito se diluya
para siempre o para lo que sea,
que yo qué sé si lo eterno
tiene siempre, si caduca
o si tan siquiera es,
que la desazón por mañana
-también para siempre-
en la tiniebla se asfixie,
pues parece razonable
que tampoco haya mañana,
que no sea sino nunca
el presente
y la duda fenezca
para siempre también.

Espero, por esperar,
que tras el precipicio
y si en el océano
se evapora la nada,
recompensas no haya,
tan sólo un chasquido
de refulgente verdad
-¿para siempre?-
que calcine todas las ruinas,
sin juicios ni milongas,
que se encuentren los amores perdidos,
se junten los labios
que a besarse no llegaron,
que diluvien poemas anónimos
-de lucidez ayuna de tormentos-,
que con dulzura alguien nos cuente
los secretos de la vida
y, ya puestos, de esa muerte,
que nadie se quede fuera
ni amenace la sucia lluvia de las culpas,
que, en ese caso y aunque Lo hubiere,
nos vomite al voraz océano de la nada,
que siempre será mejor
que otra historia de malos
y menos malos.

Espero, por esperar,
que en esa hora
no exista quien
en su infinita bondad
tenga el mal gusto
de condenar
a tan indefensos entes
por haber vivido simplemente,
con lo poco simple que eso fue.

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